8/06/2013
EL SECRETO DEL INGACHARA
Aunque hay oposición a los rangos profesionales clásicos, ellos, igualmente, se
han
profesionalizado en los
mismos campos. De ordinario, la mujer es la que
coordina el trabajo y los negocios,
hecho que le ha permitido una jerarquía
especial es la estructura familiar. El hombre aparenta dureza, aunque no actúe
así, y en el
fondo sea cordial.
Muy cerca de la
población de Mercadillo vivía Octavio, piarero y dueño de seis
mulares.
Se había casado muy joven y aunque llevaba muchos años de
matrimonio, sólo había procreado dos hijos. Periódicamente realizaba viajes a la ciudad de Tumbes
o Santa Rosa de la provincia de el Oro, lo hacia únicamente cuando necesitaba comprar la comida para el invierno, o cuando
iba a ser padrino en los bautizos; muy requerido en ese sentido, porque
a pesar
de
sus limitadas entradas,
era muy generoso con sus compadres y ahijados.
No se endeudó jamás, ello motivó tranquilidad en su
espíritu y felicidad en su
hogar. Un domingo que salió
al
pueblo y luego
de
oír la santa
misa, fue
contratado por un
comerciante de tagua para llevar carga
a la ciudad de Tumbes.
Al día
siguiente, Octavio fue
el último en cargar su piara, lo que tardó
su salida. Arrea que
arrea llegó a Monte Huayco y tomó
el otro camino que
conduce a Huacas, Cerro Verde y Palay. A pesar de que los bultos eran livianos, arribó al
vado, cuando las sombras de
la
noche ponían fin a la claridad del día.
Aquí descargó el peso de los mulares y quitando los aperos arreó a las acémilas río
abajo donde
se alimentarían de pasto verde
y agua limpia.
Al día siguiente y siendo las cuatro de la madrugada se levantó para observar el lugar donde se encontraban las
bestias y no recibió ni un rumor de su
presencia. Esperó la claridad del día y
anduvo orilla arriba, orilla abajo, sin encontrar rastro alguno. Siendo las doce del día
cruzó el Vado de
Palay y ya en la otra orilla, miró la cúspide
del Ingachara y sabiamente pensó que quizá
tomando altura podría divisar el valle y encontrar sus queridas muías que
costituian su mantención.
Comenzó a ascender sin dificultad alguna y
a medida que iba ganando la cuesta, notó con curiosidad que el sendero estaba más ancho y además tenía plantas ornamentales y exhalaban suave fragancia, más
arriba aparecieron animales y aves de corral para finalmente encontrarse frente a un castillo elegante. Avanzó sin temor alguno, pudiendo advertir que desde la
cocina llegaba el olor de apetitosos majares. El piarero que no había tomado
alimento
alguno desde
el amanecer hasta esa
hora, no pudo
aguantar el
hambre y entró directamente al comedor y encontró puesta
la mesa, sin más ni más,
Octavio devoró todos los ricos
platos y luego dio gracias a
Dios.
En el centro del
corredor y de regreso
exclamó
en voz alta:
Gracias amigo,
quien quiera que seas, te agradezco por la comida y te ruego avisarme dónde están mis mulitas, que
es lo único con que mantengo a mi
familia.
Casi enseguida
el pia.rero
miró
que desde
el fondo
del castillo avanzaba una
figura de un
hombre de estatura pequeña pero
que irradiaba simpatía.
Este es el huaco del que hablan las leyendas, este es el Gentil que contaron
mis abuelos, pensó
el trabajador.
Buen hombre, manifestó el hombrecillo, he visto tu sano corazón
y buen vivir
y quiero que
lleves un
recuerdo de mi amistad.
Tomó una alforja e invitó
al piarero al andén y desde un cajón sacó algunos puñados de esterlinas
y le dijo:
Cuando quieras o tengas necesidad ven a este lugar y yo te ayudaré siempre, lo único que te pido guardes este secreto y no
lo cuentes a nadie ni a tu mujer, el día en que
lo hagas
perderás mi apoyo.
En cuanto a las
bestias las encontrarás alli mismo donde las dejaste.
Ya de regreso a la
casa
el piarero compartió el cuantioso obsequio
con sus parientes, amigos y ahijados.
De cuando, en cuando, viajaba a Ingachara donde como siempre el Duende o
Gentil le entregaba monedas
de oro a manos llenas.
Cosa rara, las gentes no preguntaron nunca de dónde las obtenía; sin embargo su mujer comenzó hacerle cortas preguntas
que
Octavio evadió con habilidad.
Con
el andar de los dias, la esposa fue cuestionándolo más y más hasta que lo
amenazó con abandonar
el hogar.
Tienes que decirme
la verdad. ¿Dónde obtienes
tanto
dinero?
Te advierto que si hasta el día
sábado no me cuentas, te dejaré para siempre,
dijo
finalmente la
consorte.
El piarero quería mucho a su compañera y varias veces recurrió
a la súplica: Hijita tú sabes que soy hombre honrado y lo que tengo no proviene de nada malo. Te ruego
por lo que más quieras no hacerme más preguntas.
No tengas
cuidado hijita, un
día te contaré la
verdad.
La esposa
no
quiso escuchar más, y el día
sábado en horas de la
mañana llenó en algunas alforjas su ropa
y pretendió irse
por la puerta que conducía a la
tranca de salida.
Alamor en la ruta Capac Ñan
El nombre Alamor se origina en las invitaciones que enamorados se hacían, diciendo “Vamos al lugar ideal”, “Vamos al amor”, estas tierras pertenecieron a los Moncada, Revilla, Apolo, Granda, Guerrero y muchos más. Alamor estaba atravesado por la “Ruta o Camino del Inca” o "Capac Ñan" que condujo a Túpac-Yupanqui hacia Alamor y a través el río Puyango e Ingachara en su afán de conquistar a los tumbesinos.
En 1595 el español Luís Miranda de Escobedo y Barrionuevo compró al Virrey Pezuela de Lima, la mitad de Alamor, un lugar de atardeceres paradisíacos, en 1.500 pesos. En 1779 Alamor se constituye como parroquia eclesiástica, cuando Loja pasó a ser parte del obispado, de la nueva Cuenca y desde 1852 figura como parroquia eclesiástica y con el nombre de “San Jacinto de Alamor”, siendo el primer párroco el Sacerdote lojano Dr. Ramón Aguirre y después de algunos años es ascendida a Parroquia Civil. Primero fue parroquia del cantón Paltas y posteriormente pasó a formar parte de Celica y finalmalmente en 1947 se cobierte en la caberera cantonal del naciente cantón Puyango.
En 1595 el español Luís Miranda de Escobedo y Barrionuevo compró al Virrey Pezuela de Lima, la mitad de Alamor, un lugar de atardeceres paradisíacos, en 1.500 pesos. En 1779 Alamor se constituye como parroquia eclesiástica, cuando Loja pasó a ser parte del obispado, de la nueva Cuenca y desde 1852 figura como parroquia eclesiástica y con el nombre de “San Jacinto de Alamor”, siendo el primer párroco el Sacerdote lojano Dr. Ramón Aguirre y después de algunos años es ascendida a Parroquia Civil. Primero fue parroquia del cantón Paltas y posteriormente pasó a formar parte de Celica y finalmalmente en 1947 se cobierte en la caberera cantonal del naciente cantón Puyango.
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